La gripe ha llegado ya el umbral epidémico en España tras un nuevo repunte de contagios en los centros de atención primaria durante la última semana. Los datos aportados por el Instituto de Salud Carlos III indican que se han alcanzado 112,2 casos por cada 100.000 habitantes, una situación muy diferente a la del año pasado por estas fechas, cuando apenas se contabilizaban 12,8 casos.
Este incremento aún no se ha dejado notar en los hospitales, en los que la incidencia se mantiene estable en 2,6 casos por cada 100.000 habitantes. Aunque hay que tener en cuenta que la mayor parte de los contagios iniciales se detectan en atención primaria, donde acuden personas con síntomas leves o moderados. Los cuadros que acaban requiriendo ingreso hospitalario aparecen más tarde, cuando se desarrollan las complicaciones.
El aumento de contagios se debe fundamentalmente al avance de la variante K del virus de la gripe, que puede complicar la temporada ya que la población se encuentra menos protegida desde el punto de vista inmunológico. Por ello, el Centro Europeo para el Control de Enfermedades (ECDC) ha pedido acelerar la vacunación y reforzar los sistemas sanitarios.
“El pico epidémico de la gripe estacional de la presente temporada otoño invernal se ha adelantado casi un par de meses y llega antes de haber avanzado lo suficiente en materia de cobertura de vacunación contra la influenza”, advierte el epidemiólogo Daniel López Acuña, quien asegura que “esta temporada tiene toda la apariencia de ser más intensa en cuanto a severidad del virus y al grado de incidencia, por lo que requiere mucha atención y mucha prevención”.
Para este experto en salud pública, la situación se complica porque “la cobertura vacunal de la población diana ha sido baja durante los últimos dos años”, algo que achaca a una “fatiga con respecto a la vacunación, después de varios años de vacuna covid”. “Lo que no se acaba de entender es que para la gripe estacional y para covid tenemos que hacer vacunación anual con vacunas preparadas contra las variantes que han surgido a lo largo del año, de modo que estemos más protegidos”, sostiene.
¿Qué es la variante K del virus de la gripe?
La variante K es una subrama del virus de la gripe A (H3N2) que presenta varias mutaciones en la proteína hemaglutinina, lo que hace que nuestro sistema inmunitario la reconozca peor. Eso explicaría por qué este año la gripe ha llegado antes de lo habitual y está circulando con mayor intensidad.
Aunque no hay evidencias de que la variante K sea más grave por sí misma, su rápida propagación sí puede traducirse en más casos totales y también en más complicaciones entre personas vulnerables. En Europa y en España ya se ha convertido en la variante dominante de H3N2 y está impulsando un aumento notable de contagios en atención primaria.
A pesar de estas mutaciones, la vacuna disponible sigue siendo útil, sobre todo para reducir hospitalizaciones, aunque su ajuste frente a esta variante no sea perfecto.
¿Cuáles son las recomendaciones de las autoridades sanitarias europeas?
Ante el repunte “inusual” de casos, el ECDC insta a todas las personas con indicación de vacunarse a hacerlo sin demora. “Estamos viendo un aumento de las detecciones de gripe mucho antes de lo habitual este año, y eso significa que el tiempo es crítico”, urge Edoardo Colzani, jefe de la sección de virus respiratorios del ECDC. “Si tienes indicación para vacunarte, por favor, no esperes. Vacunarse ahora es una de las formas más eficaces de protegerte a ti y a quienes te rodean frente a una enfermedad grave este invierno”.
¿Por qué vacunarse contra la gripe?
La gripe estacional es una enfermedad infecciosa respiratoria causada por un virus cuya máxima incidencia se produce en otoño e invierno. La mayor parte de las personas contagiadas se recuperan en un plazo breve de tiempo sin necesidad de atención médica, aunque en determinados grupos de riesgo puede causar enfermedad grave, con resultados como la neumonía.
La vacunación es la medida más eficaz para prevenir esta patología y sus complicaciones, ya que los antibióticos no son efectivos al tratarse de una enfermedad vírica. En España, el Sistema Nacional de Salud proporciona las vacunas de manera gratuita.
¿A qué personas se recomienda la vacunación?
La vacuna contra la gripe estacional está indicada especialmente a aquellas personas más vulnerables que pueden sufrir complicaciones si se contagian. Por esta misma razón, también a aquellas personas en contacto con las anteriores y que pueden transmitirles el virus. Estos serían los grupos en los que la vacunación está recomendada de manera prioritaria:
- Personas con 60 años o más.
- Personas con problemas de salud crónicos.
- Mujeres embarazadas.
- Personal sanitario y sociosanitario.
“Hay que vacunar y lograr mejores coberturas en personas mayores, en personas con patologías que les hacen más vulnerables y en personal sanitario y sociosanitario”, aconseja Daniel López Acuña, exdirector de Acción Sanitaria en Crisis de la OMS.
Este epidemiólogo recalca que una de las principales asignaturas pendientes es la vacunación de los profesionales sanitarios, un colectivo en el que el año pasado “solo se obtuvo alrededor de un 46% de cobertura de vacunación”, a pesar de tratarse de “personal de alto riesgo”.
¿Pueden vacunarse las personas inmunodeprimidas?
Sí, se recomienda la vacunación en pacientes con inmunodepresión, tanto en aquellos con inmunodeficiencias primarias como secundarias, derivadas de la administración de ciertos tratamientos: pacientes oncológicos, infectados por el virus del VIH, trasplantados, personas sin bazo, etc.
¿Las vacunas evitan la infección?
No. Al igual que ocurre con las vacunas contra la COVID-19, la vacunación contra la gripe no suele evitar la infección, aunque reduce el riesgo de enfermedad grave, hospitalizaciones y muerte. En las personas vacunadas, si llegan a infectarse, la evidencia científica apunta claramente a que el cuadro clínico de la enfermedad tenderá a ser menos grave.
La severidad dependerá de varios factores, entre los que destacan la edad y el estado de salud de la persona vacunada, además de la similitud entre la cepa de los virus de la gripe que están circulando esa temporada y aquellos con los que se elaboró la vacuna.
El virus de la influenza se caracteriza por su elevada capacidad de mutación. Por lo tanto, al tratarse de un agente patógeno en constante cambio, las personas pueden volver a infectarse a pesar de haber superado la enfermedad, y la protección conferida por la vacuna no será completa. Por eso conviene repetir la vacunación todos los años.
Además de las vacunas, ¿qué otras herramientas existen para evitar los contagios?
Hay otras medidas muy sencillas y efectivas para reducir los contagios de gripe y en general de cualquier virus respiratorio. Funcionan porque limitan el contacto con los aerosoles que expulsamos al hablar, toser o estornudar, que son la vía principal de transmisión.
- Lavado de manos frecuente con agua y jabón.
- Cubrirse al toser o estornudar.
- Ventilar los espacios cerrados.
- Evitar acudir a clase o al trabajo si hay síntomas.
- Usar mascarilla en situaciones y espacios de riesgo.
Sobre este último punto, López Acuña asegura que “tanto para la influenza estacional como para la covid, tenemos una herramienta muy eficaz para evitar contagios, que es la mascarilla, que también funciona para aquellos que están en espacios de riesgo alto, sean centros sanitarios o sociosanitarios”. Este especialista invita igualmente a usarla en otros contextos “como el transporte público”.
¿Puede convertirse la gripe en un problema de salud pública?
La gripe puede convertirse en un importante problema de salud pública cuando se propaga con rapidez, causa un número elevado de casos graves o aparece una variante frente a la que la población tiene menos inmunidad. En esos escenarios, no solo aumenta el riesgo para los grupos vulnerables, sino que también eleva la presión sobre el sistema asistencial, que puede verse saturado por un crecimiento repentino de consultas, urgencias, hospitalizaciones y necesidad de cuidados intensivos. Por eso la vacunación, la vigilancia y la respuesta rápida son claves para evitar que una epidemia de gripe desborde los recursos sanitarios.
“La gripe estacional no es una enfermedad leve, en términos generales. Sobre todo en personas de edades avanzadas o en niños muy pequeños, puede ser severa, generar hospitalización, puede dar lugar a neumonías y puede incluso causar la muerte. Hay años en los que las gripes estacionales han tenido letalidades prácticamente similares a lo que hemos visto en el covid”, advierte López Acuña. “Definitivamente, en la medida en la que tengamos una incidencia muy alta, nos va a colapsar la atención primaria y nos puede colapsar las urgencias hospitalarias, e incluso también pueden verse afectadas las propias cirugías programables, porque las camas hospitalarias se ven ocupadas, sobre todo por personas mayores”.
¿Son también los niños vulnerables ante la gripe estacional?
Según la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), entre un 20% y un 30% de los menores se infectan de gripe cada temporada. Aunque en general los niños tienden a enfermar menos gravemente que las personas mayores, hay grupos infantiles que sí son especialmente vulnerables y pueden sufrir complicaciones, como los bebés, cuyo sistema inmune es aún inmaduro; o determinados pacientes inmunodeprimidos o con patologías crónicas.
Además, los menores también pueden convertirse en vectores de contagio para personas más vulnerables, como sus abuelos o familiares que padecen dolencias crónicas. Los centros escolares concentran a muchos niños en espacios cerrados durante horas, lo que facilita la transmisión del virus. Una vez que un menor se contagia en ese entorno, la enfermedad llega fácilmente a su casa.
¿Es segura la vacuna frente a la gripe?
Multitud de estudios clínicos han confirmado la seguridad de esta vacuna. Todos los años, se administran decenas de millones de dosis en el mundo, y los efectos adversos descritos son extremadamente inusuales.
El efecto secundario más frecuente tras la administración de la vacuna es una ligera molestia en el lugar de la inyección. Estas reacciones locales suelen durar menos de 48 horas y rara vez interfieren con la vida normal de las personas vacunadas. Otras reacciones de baja intensidad como fiebre, malestar o dolores musculares también pueden aparecer tras la vacunación, aunque no suelen durar más de dos días.





