Casi a la misma hora que comenzaba este miércoles el discurso de Pedro Sánchez ante el Pleno del Congreso de los Diputados, para informar tanto de los acuerdos del último Consejo Europeo como de las relaciones con Marruecos, se conocía el dato del Índice de Precios al Consumo (IPC) de marzo, que se dispara al 9,8%, su tasa más alta desde 1985. «Es un mal dato», admitía desde la tribuna de oradores el presidente del Gobierno, quien se comprometía a «doblegar la curva» de los precios con las medidas aprobadas el martes en el Consejo de Ministros, que incluyen la bonificación de 20 céntimos en los carburantes, una medida que entrará en vigor esta misma semana. El presidente del Gobierno ha cifrado que un 73% del alza de los precios se debe al «desbocado» coste de la energía que se ha visto, además, «exacerbado por la guerra de Ucrania«.
Sánchez advertía incluso que el plan de emergencia, en principio vigente hasta el próximo 30 de junio, podría prolongarse en el tiempo. Nuestro deseo, evidentemente, es que la guerra dure el menor tiempo posible y que cuanto antes volvamos a la normalidad de la recuperación que habíamos emprendido. Pero si esto no fuera así, si la guerra se alargara y tuviera otro tipo de consecuencias, el Gobierno de España no dudará en actuar de nuevo», señalaba el jefe del Ejecutivo.
El presidente del Gobierno ha intentado justificar que en su plan no haya nuevas bajadas de impuestos y se centre en ampliar hasta el 30 de junio las ya aprobadas para bajar la factura de la luz, en referencia al tipo del IVA, que seguirá al 10% para los pequeños consumidores, el Impuesto Especial a la Electricidad al 0,5% o la suspensión del Impuesto a la Generación Eléctrica. «Cuando hablamos de rebajas de impuesto, este Gobierno baja impuestos, baja impuestos donde tiene que bajarlos que es al precio de la luz, un 60% la rebaja de impuestos al precio de la luz», ha justificado Sánchez, que rechaza nuevas rebajas fiscales a pesar de que se comprometió a ellos en la Conferencia de Presidentes Autonómicos en La Palma.
En todo momento, Sánchez hilvanaba en su largo discurso (cercano a la hora y media) la construcción psicológica de un relato político que exalta las excepcionalidades vividas en su mandato. Todo en un mismo saco para dibujar un esquema: este Gobierno ha sufrido, se ha enfrentado a diversas calamidades y merece ser apoyado. «Si no es ahora, en este preciso instante, con una pandemia y una guerra en Europa, cuando se ven atacados nuestra salud por un virus y nuestra forma de convivir por un tirano… ¿cuándo entonces?».
Igualmente, el presidente del Gobierno presumió de que la OTAN no está acabada como, recordó, vaticinaban «algunos ‘think tanks’» poco antes de la guerra de Ucrania.
Sánchez ha terminado su intervención inicial, que ha alcanzado los 80 minutos, prácticamente como empezó, reclamando apoyo para su acción ejecutiva. El presidente ha advertido de un «escenario inédito», derivado de la «enorme irracionalidad de una guerra», lo que le ha llevado a reclamar «no perdernos en debates menores». «No me parece que pedir apoyo y unidad en medio de una guerra en Europa sea demasiado pedir», ha terminado Sánchez.
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